Es que como la oficina se mudó, ya no tomo mas el subte al laburo, sino el colectivo.
Resulta que había subido una mujer embarazada, de esas que no terminas de estar seguro si está realmente embarazada o simplemente tiene debilidad por los postres.
Entonces, esta señora, se ubicó parada al lado de uno de los asientos de la fila simple, donde se encontraba sentada una chica post-adolecente. El colectivo estaba semi-vacío, y ni la chica, ni nadie mas le ofreció el asiento.
Yo, que estaba parado al fondo, permanecí expectante, preguntándome cuanto pasaría hasta que alguien se avivara.
Quien lo hizo fue el señor chofer, pidiendo a viva voz que alguien le cediera el asiento a la señora, dado que él estaba imposibilidado de hacerlo por razones obvias.
Entonces la señorita post-adolecente, se levantó con cara de ojete y, sin pronunciar palabra alguna ni hacer un intento de gesto de amabilidad, cedió su asiento. Doña embarazo no vaciló en adjudicarse el asiento, pero tampoco pronunció palabras ni gestos de agradecimiento.
Digo yo... si vas a ceder el asiento por obligación, al menos para quedar bien, hacete la que no te diste cuenta e improvisá una escena de generosidad. Por otra parte, si te ceden el asiento, aunque lo hayan hecho bajo presión, deberías agradecer.
¿Acaso se perdieron los códigos?
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1 comentario :
Pasó algo parecido el viernes en el subte.
Subió una embarazada y la q le cediò el asiento fue una mujer, al grito de: "éste es el país con los tíos con las pelotas más pesadas".
Siempre hay q agraceder!!
Saludos
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